El Guma se presentó en La Plata, donde recibió un gol a los 28 segundos de un partido anormal dirigido por Carlos Simón, lamentable individuo que casi siempre brinda pésimo show. A instancias de su no menos impresentable línea Altemir Hausmann, cobró penal de Michel Samudio, quien fue expulsado y regó de lágrimas el césped. Boselli convirtió y luego alargó de palomita. Una derrota duele mucho, un mamarracho el doble.
La expedición de Libertad a La Plata no fue fructífera. Enfrentó a un equipo ducho, que no le superó futbolísticamente sino en viveza. El partido es digno de ser analizado solamente en su primer tiempo en lo estrictamente relacionado al juego. El segundo tramo, salvo en su inicio, que fue puramente gumarelo, se destiñó, desdibujó y ensució. Acá no se debería entrar en el nacionalismo siempre innecesario, que nada debe tener con el deporte mismo, y relacionarlo con robos semejantes que sufrió, por ejemplo, Nacional en cancha de River o Guaraní, en cancha de Olimpia, y en La Bombonera también, contra Boca (en ambas, sanciones de penales inexistentes).
Estudiantes tocó el balón en el estadio Único, Verón metió un pase a su estilo que el Chino Benítez, el ex Olimpo, tocó de primera y le dijo a Gastón Fernández, meté.
La Gata no falló, fusiló a Bava y decretó el tanto de apertura cuando el cronómetro marcaba 28 segundos. ¿Qué pasó? Estudiantes jugó a tres toques y aprovechó que su adversario estaba pensando vaya uno a saber en qué.
El replanteamiento costó. Aun así es destacable la paciencia de Libertad. A saber, es una actitud que parte del mismo entrenador Javier Torrente. El Guma nunca se echó atrás, fue a buscarlo al partido, defendiendo con tres, exponiéndose, es cierto, pero no renunció jamás. Estudiantes tuvo todo para aumentar. Verón exigió a Bava, Fernández volvió a hacerlo (fue la figura más destacada después de Juan Sebastián), y con la inteligencia de uno, su visión de juego, y la amenaza constante que representó el otro, basamentó su fútbol, puso en algunas ocasiones en evidencia a la zaga liberteña, y sobre todo a Balbuena.
La etapa complementaria presentó un intercambio de roles. El distraído fue el local. Juan Samudio, tras un lateral de Miguel, remató con su categoría clásica, y forzó a Mariano Andujar a volar y a sacarla al córner con mano cambiada.
No fue intenso el ritmo, pues Libertad no se desesperó. Sabía que con tenencia de balón, si tenía otra a favor, seguramente la capitalizaba. Sin embargo, lo que se registró fue un hecho triste. Dentro del área visitante, Mambrú Angeleri ganó en intención a Miguel Samudio, le punteó el balón, pero el zaguero ni le tocó. A instancias del Pájaro Loco Hausmann, el discreto Simón cobró penal, mostró la segunda amarilla al lateral (la primera, por una infracción sobre la raya de costado a Verón), quien durante todo el trayecto a la boca de acceso lloró, desconsolado, impotente. Cinco minutos después, tras nueva intervención de Verón, que ganó en impronta a Marín, quien estuvo frente al balón pero nada hizo para impedir que La Bruja la juegue rápido _encontró a Pérez_ iniciar una acción cuyo penúltimo toque fue justamente un centro del capitán al segundo palo, donde cerró Boselli de palomita.
Torrente hizo tres cambios, dos ofensivos. Manu Maciel y Ximénez. Ya por una cuestión obligada, dio ingreso a Román por lesión _en la dorrilla_ de Peter Sarabia, quien no venía bien desde lo físico. A nueve del final, Manzur derribó a Boselli (le agarró del hombro, lado izquierdo) y Simón, si quería, podía haber hecho otra payasada. Sobre el final, Marín _a centímetros del área_ desplazó a Angeleri, dándole otra brillante oportunidad a una de las expresiones más bajas _en todo_ del referato sudamericano, que lamentablemente va camino a su tercer Mundial.
Buen inicio del segundo tiempo, desconcentración a ser urgentemente corregida, y dignidad para jugar al fútbol de igual a igual. Por ahí pasa la presentación de Libertad en La Plata. Sin dejar de lado lo demás, que está de más.
GOLES:
La Gata, Simón y Boselli
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